Mitos inmobiliarios.

formigal 05José Manuel Naredo, prestigioso economista y estadístico, profesor universitario y colega en distintas batallas que hemos compartido, publica en attacMadrid estos «Mitos inmobiliarios de nuestro tiempo: seis tópicos que sostienen una situación irracional«, interesante artículo que os transcribo aquí y que os recomiendo leer atentamente: desmonta una serie de topicazos, mitos y leyendas urbanas totalmente injustificadas, a base de verdades como puños que defiende con su impecable raciocinio. No está nada mal que de vez en cuando, mentes bien amuebladas y documentadas nos recuerden que aunque la realidad se vista de seda, realidad se queda. Este artículo, además de en attacMadrid, se publicó en el número 46 de la revista «El Ecologista«, de Ecologistas en acción.

Además de este artículo, José Manuel Naredo cuenta con una larga experiencia en estudios macroeconómicos e investigaciones que combinan reflexiones de fondo sobre los fundamentos de la ciencia económica con análisis concretos sobre el funcionamiento de los sistemas agrarios, urbanos e industriales y su relación con los recursos naturales. Es socio fundador de la Fundación Nueva Cultura del Agua y de la Asociación para el Estudio de los Recursos Naturales y Ambientales. Ha sido galardonado con el Premio Nacional de Economía y Medio Ambiente 2000. Entre sus libros podemos destacar La economía en evolución. Historia y perspectivas de las categorías básicas del pensamiento económico (Madrid, Siglo XXI, 3ª ed. actualizada, 2003).

Mitos inmobiliarios de nuestro tiempo. Seis tópicos que sostienen una situación irracional

A menudo, las reivindicaciones ecologistas exigiendo la racionalidad topan con mitos y lugares comunes muy arraigados, que impiden que sean atendidas sus razones

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No cabe duda de que uno de los principales problemas ambientales en España es el causado por un excesivo crecimiento urbanístico, fuera de toda mesura. A menudo, las reivindicaciones ecologistas exigiendo racionalidad topan con mitos y lugares comunes muy arraigados, que impiden que sean atendidas sus razones. Precisamente algunos de estos mitos son los que se desenmascaran y desmontan en este artículo. La conclusión apunta a que, a pesar de lo que se diga, en nuestro país hay ‘burbuja inmobiliaria’, empujada por la espiral de compras especulativas y créditos baratos.

La interpretación del panorama inmobiliario español está viciada por la pervivencia de una serie de mitos acordes con el negocio inmobiliario imperante que, a fuerza de repetirse, acabaron arraigando entre la población e influyendo en su comportamiento. Vamos a enumerar estos mitos y a revisar su fundamento.

El primero de ellos viene a decir así: “En España no hay cultura de alquiler: los españoles quieren vivienda en propiedad casi desde el neolítico”. Esta creencia es falsa, ya que en 1950 la situación era justo la contraria: las viviendas ocupadas por sus propietarios suponían solo el 46% del total y eran mucho más minoritarias en las grandes ciudades. Por ejemplo, en Barcelona solo el 5% de las viviendas estaba ocupado por sus propietarios, en Madrid el 6%, en Sevilla el 10%, en Bilbao el 12%…

La creación franquista de un Ministerio de Vivienda apuntó, entre otras cosas, a promover la vivienda en propiedad como vacuna preventiva frente a la inestabilidad social: con la retórica falangista del momento se decía que para hacer “gente de orden”, para asegurar el conformismo de la población, había que facilitar su acceso a la propiedad de la vivienda y atarla para ello a responsabilidades de pagos importantes.

El éxito de esta política vino a culminar medio siglo después de haberse iniciado y un cuarto de siglo después de muerto Franco. Solamente un continuismo digno de mejor causa, en lo que concierne a esta política, permitió cambiar la cultura del alquiler en favor de la propiedad y otorgar a España el récord europeo en este campo. Es evidente que si la situación se forzó en un sentido también podría reorientarse en sentido contrario. ¿Habrá resucitado el Ministerio de Vivienda para invertir la situación en este campo? ¿Podrá movilizar en favor del alquiler a ese tercio de viviendas secundarias y desocupadas la nueva Agencia creada para ello?

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El segundo nos dice “Pagando alquiler se tira el dinero: compre una vivienda y conviértase en propietario”. Este es un buen eslogan publicitario para promover la venta de viviendas, pero esconde la verdadera disyuntiva a la que se enfrenta quien quiere habitar una vivienda pero carece del patrimonio necesario para comprarla. La decisión oscila entre pagar una renta al propietario de una vivienda en concepto de alquiler, o pagar una renta a una entidad financiera para que le preste dinero para comprarla. En ninguno de los dos casos se tira el dinero, sino que se paga por un servicio.

El engaño también procede de ignorar que el titular no es propietario pleno de la vivienda hipotecada, ya que en caso de impago el prestamista pasaría a ser el propietario, desahuciando al titular de la misma. Sólo si el comprador paga religiosamente los intereses del crédito y devuelve el principal, acabará adquiriendo al fin la propiedad –libre de cargas– del inmueble. Y con los plazos tan dilatados que hoy se establecen para posibilitar los pagos, esto podría ocurrir dentro de treinta o cuarenta años, beneficiando con la plena propiedad del piso, más que al adulto que empezó a pagarlo, a los posibles herederos y al prestamista, que habría cobrado en forma de intereses cantidades que probablemente superen el importe mismo del piso.

Son las previsiones de evolución del tipo de interés y del precio y el alquiler de la vivienda las que determinan si saldrán mejor parados los que alquilan o los que compran, además de las desgravaciones o apoyos que la fiscalidad otorgue en uno u otro sentido. Con previsiones de tipos de interés al alza y de precios de la vivienda a la baja, el alquiler sería más recomendable que la compra y viceversa. De ahí que el afán de comprar venga avalado por el siguiente mito a comentar.

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Tercero: “Los precios de la vivienda nunca han bajado ni bajarán”. La experiencia indica, por el contrario, que los precios bajaron en el pasado y, con mayor razón, podrán hacerlo en el futuro. Sin ir más lejos, el índice general de precios de la vivienda, elaborado por el antiguo Ministerio de Fomento, registró caídas para la media nacional cuando la anterior burbuja inmobiliaria, que se desinfló tras los festejos de 1992. En efecto, este índice cayó para la vivienda nueva durante 1992 y 1993 y para la vivienda usada durante 1992. Y hay que advertir que en el caso de la vivienda usada este índice tiene aversión a la baja, pues no se apoya en verdaderos precios de mercado sino de tasación que, al igual que los precios de los anuncios, acusan una inercia importante: cuando decae un período de auge aumenta el período de venta y los más necesitados de liquidez acaban vendiendo por debajo de los precios inicialmente demandados en los anuncios o atribuidos en las tasaciones.

En período de declive los precios de mercado tienden a caer más que los de tasación, tal y como confirma la experiencia del ciclo anterior, en el que los precios de las nuevas promociones –más acordes con los precios de mercado– cayeron mucho más que los de tasación de la vivienda usada. En cualquier caso el declive anterior fue corto, al igual que la memoria que se tiene de él. El hecho de que no tengamos experiencias de caídas estrepitosas y prolongadas de los precios de la vivienda, como las ocurridas en otros países, permite mantener impunemente el mito de la irreversibilidad a la baja de los precios de la vivienda, pese a que los espectaculares niveles alcanzados hacen mucho más previsibles que nunca correcciones a la baja. Sobre todo cuando las promociones nuevas están inundando el mercado, que ya cuenta con un importante stock de viviendas en venta.

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Cuarto: “Hay que forzar la construcción de vivienda nueva para cubrir el déficit existente”. Cuando España encabeza a la Unión Europea en número de viviendas por cada mil habitantes no cabe seguir hablando de déficit de viviendas. Sin embargo España ocupa un lugar bastante modesto en número de viviendas principales por mil habitantes. La espectacular disociación que separa la dotación de viviendas totales y de viviendas principales se explica porque España también es líder europeo en viviendas secundarias y desocupadas por mil habitantes. Pues en el último boom inmobiliario han comprado y acumulado viviendas –como inversión más o menos compartida con el uso– quienes podían pagarlas, no quienes más las necesitaban para vivir en ellas. De ahí que la masiva construcción de los últimos años haya sobredimensionado el stock de viviendas sin que con ello se haya satisfecho la falta viviendas de la población más necesitada, habida cuenta el desplome de la vivienda social.

Quinto: “Los emigrantes son los grandes compradores de vivienda que compensan el declive de la demografía interna” o, también, “la demanda de viviendas se mantiene fuerte por la entrada de emigrantes”. En los últimos años el número de viviendas construidas alcanzó máximos históricos a la vez que la baja natalidad, que se viene observando desde hace treinta años, acentuó el envejecimiento de la población y redujo a mínimos históricos el crecimiento natural de la misma. Así, cuando el estancamiento y la previsible disminución de la demografía interna no reclaman para el uso las enormes cantidades de vivienda nueva que se están construyendo, se recurre a la justificación de los inmigrantes, confundiendo dos cosas bien distintas: necesidades de alojamiento y demanda solvente de vivienda.

Todo ello con tal de no reconocer que lo que mueve tan desmedidos afanes constructivos no es ningún empeño de satisfacer necesidades de alojamiento, sino el pingüe negocio de las plusvalías derivadas de las recalificaciones de suelo, siendo la construcción el medio colaborador necesario para posibilitar la transformación de los terrenos rústicos en suelo edificado, añadiendo como poco tres ceros a su valor.

Con todo, hay que matizar que, por contraposición a los inmigrantes-trabajadores, están los inmigrantes-inversores (turistas o jubilados) que sí han inflado sensiblemente la demanda de viviendas de uso más o menos estacional en los territorios insulares y del litoral mediterráneo.

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Sexto: “No hay burbuja inmobiliaria: la escasez de suelo es la culpable del alto precio de la vivienda”. Esta idea queda sin respaldo cuando se observa que la expansión del suelo urbanizable ha venido superando ampliamente las necesidades de edificación. El precio del suelo urbanizable se calcula como saldo tras descontar del precio de venta (de los metros cuadrados construidos que admite) todos los gastos de promoción y construcción. El precio así obtenido sirve para estimar el valor del stock total de suelo urbanizable, que sólo en escasa medida se moviliza y construye. Vemos, por tanto, que el precio de ese producto final que es la vivienda atribuye valor al precio del suelo y no sólo al revés. De hecho ambos precios se ligan de forma indisoluble, ya que el precio de los solares que puede comprar un promotor se estima como saldo de la manera indicada y pesa inevitablemente sobre el coste de la vivienda.

La sobredimensión del suelo que se recalifica anualmente como urbanizable denota que este suelo se valora más por las expectativas que ofrece que como materia prima para construir ya mismo los muchos millones de viviendas o locales que cabrían en él y que sobrepasarían ampliamente las exigencias de uso y la demanda solvente. Y es que el suelo no es una materia prima como los ladrillos o el cemento, ni tampoco un salario. Ni la vivienda es un producto como los tomates u otros bienes de consumo. Ambos son bienes raíces que la gente valora y atesora por sí mismos.

La confusión arranca de ignorar el carácter patrimonial del suelo (y de la vivienda) y de razonar sobre sus mercados como si de cualquier otra mercancía-flujo se tratara. En el caso de mercancías que son producidas para ser vendidas y consumidas, no acumuladas, el precio es muy sensible a los flujos de producción y consumo. Pero no ocurre lo mismo cuando se trata de stocks que no son producidos para ser vendidos y consumidos –como el suelo, el dinero, las acciones… o las obras de arte– sino que se atesoran por sí mismos como inversión. En este caso su valor de mercado responde sólo a la pequeña fracción de dichos stocks que cambia de mano y se revela poco sensible al coste y a la producción del bien patrimonial en cuestión, dependiendo sobre todo de consideraciones y expectativas ajenas a éstos y de su comparación con el tipo de interés, que marca la retribución alternativa del dinero.

De ahí que sus precios se hayan visto impulsados al alza cuando la caída conjunta de la bolsa y el tipo de interés desincentivó las alternativas de inversión, induciendo a la gente a adquirir y conservar la propiedad de un amplio stock de suelo urbanizable y de viviendas como inversión más o menos encubierta. Y la mayor demanda de terrenos y viviendas acarreó subidas de precios que atrajeron nuevas oleadas de compras y nuevas perspectivas de revalorización, originando esa espiral de revalorización y compra especulativa (apalancada con créditos) que suele llamarse burbuja inmobiliaria. Como hemos indicado, la mitología al uso se empeña en decir, en contra de toda evidencia, que “no hay burbuja inmobiliaria”, sino subidas normales de precios derivadas de la escasez de suelo.

José Manuel Naredo, economista y estadístico, Premio Nacional de Medio Ambiente 2000

José Manuel Naredo, Comité de Apoyo de Attac, El ecologista nº 46

(Las fotos proceden de Formigal, en el Valle de Tena, Pirineo Aragonés, tomadas este pasado fin de semana: fantástico escenario y metereología excepcional para un par de días de deporte y ocio en buena compañía)

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4 respuestas a Mitos inmobiliarios.

  1. robertoC dijo:

    Muy interesante, el artículo, y preciosas, las fotos. Hasta se merecían un post para ellas solitas.

  2. fernando mh dijo:

    @robertoC: gracias por los cumplidos fotográficos, aunque -sin falsa humildad- creo que el artículo de Naredo es más interesante de largo que estas foticos caseras, por mucho que a tí -y a mí- nos recuerden paisajes, personas y ratos muy agradables pasados recientemente.

  3. susana ruiz dijo:

    Este domingo he estado pateando HOUTHAVENS, el área de intervención de Ámsterdam en que se ubican los famosos “contenedores para estudiantes” a los que ya hiciste referencia en un post. He tenido además la inmensa suerte de que mi amigo Dem M. Gielen me organizase la visita, acompañados de Leo Lemmers, manager del distrito de WESTERPARK -donde se ubica esta actuación- y responsable de la gestión municipal de esta peculiar actuación. Voy a intentar compartir con vosotros lo que he concluido de ello, enlazándolo con el tema de alquileres que aquí refieres.
    WESTERPARK es uno de los más pequeños de los quince distritos administrativos (stadsdelen) en que se divide la ciudad, cada uno con su gobierno local. El equipo técnico-administrativo dedicado a urbanismo en este distrito lo componen unas 70 personas. En todo Ámsterdam (750.000 habitantes), el total de funcionarios dedicados a los procesos urbanísticos de gestión y transformación de la ciudad asciende a unas 3.000 personas.
    El gobierno de WESTERPARK adquirió hace unos seis años los derechos de superficie de este área degradada, ocupada por industrias en su mayoría obsoletas y sin actividad. Y digo el derecho de superficie, porque como en casi todo Ámsterdam y durante los últimos cincuenta años, el suelo es municipal cedido en derecho de superficie a las distintas actividades que sobre él se ubican. Lo hizo con la intención de desarrollar allí 2.000 viviendas (un 30% de ellas sociales).
    Primero debería contaros que hay 400.000 viviendas en Amsterdam, de los cuales un 78% son vivienda social de alquiler, y el restante 22% propiedad de los que las habitan.
    Mi amigo Dem me explica que el sistema tradicional durante los últimos cincuenta años ha sido el siguiente: los Ayuntamientos holandeses han practicado una fuerte política de suelo, adquiriendo suelos, urbanizándolos y subastando los solares resultantes a las promotoras de la edificación (en 1983 el 71% de todos los solares puestos en el mercado habían sido urbanizados por las corporaciones municipales). En torno a un 70% o más de las viviendas proyectadas eran viviendas sociales, con un precio de venta o alquiler tasados, destinadas a compradores o arrendatarios con ingresos medios/bajos. El 30% restante eran viviendas de mercado libre.
    El Estado central financiaba las viviendas sociales. Las Corporaciones de viviendas (promotoras de vivienda sin ánimo de lucro) y las empresas municipales de vivienda las construían. En el período de 1971 a 1984 el 81% de todas las viviendas construidas recibieron algún tipo de ayuda pública.
    De estas 400.000 viviendas, en 2001, un 60% eran de alquiler baratas, tanto de corporaciones de vivienda social como privadas alquiladas con rentas reguladas. En la actualidad, existen 15 corporaciones de vivienda social en Amsterdam, y juntas gestionan 204.000 viviendas, la mayoría de las cuales forman parte de ese 60% que menciono arriba. No todas son activas en la promoción de nuevas viviendas, pues muchas se limitan a gestionar el parque existente. Una lista de corporaciones, con el número de viviendas de cada una, lo podéis encontrar en http://www.afwc.nl/woningcorporaties/adressen.html.
    Refrescando un poquito la memoria histórica, el origen de estas corporaciones en el modelo holandés es el siguiente: a principios del siglo XX la ciudad no había sobrepasado casi sus límites del 1.700, pero la población había crecido enormemente por lo que las condiciones de vivienda eran pésimas (como en el resto de Europa). En el año 1.901 surge una ley de vivienda que comenzará a regular todo ello y además obligará a todas las ciudades holandesas a proyectar y dirigir sus ampliaciones (en Europa, idem). Pero el tema importante de esta ley es que anima a que se formen cooperativas entre los trabajadores para poder recibir subsidios del estado para construir.
    El Plan Sur (Plan Zuid) de Berlage, por ejemplo, es el primero realizado bajo las determinaciones de esta ley, y su diseño urbano es fabuloso, de una calidad urbana muy superior a las ampliaciones anteriores que había tenido la ciudad (Plan Kalff).
    Hoy son estas mismas corporaciones (privatizadas en parte desde los 90 por la crisis económica de los 80, que ha limitado el margen de intervención de la administración y en la actualidad le obliga a buscar formas de colaboración público-privada similares a nuestro Agente Urbanizador) las que se encargan de toda la construcción de viviendas en Holanda, por lo que la «vivienda individual» casi no existe como tipología. La densidad de la ciudad es una de las mayores de Europa –quién lo diría, viendo la escala humana tan bien conseguida de esta encantadora trama urbana-.
    Desde los 90, la privatización que antes he mencionado ha consistido en permitir a las corporaciones “desprenderse” de aproximadamente un 10% de su patrimonio de vivienda pasándolo al mercado libre –de precios muy superiores-, para financiar nuevas operaciones de vivienda social en su mayor parte.
    Vuelvo a HOUTHAVENS en el pequeño distrito de WESTERPARK. Una vez diseñado el “plan director” de la zona, y consensuada la gestión con industriales y corporaciones (nº de viviendas a realizar y condiciones, infraestructuras, costes y beneficios.…al amparo de la tan usual y envidiada cultura del CONSENSO holandés), se le da forma jurídica al mismo –una especie de “plan parcial” de los nuestros-. Por cierto, allí todo pichichi asume en estos consensos previos, ex ante, el riesgo de que ese instrumento formalizado jurídicamente a porsteriori como un “plan parcial” pueda irse al garete en su aprobación y tramitación. No entro a explicaros el sistema tan diferente de tramitación del mismo –en Holanda no hay Tribunal Constitucional, y las competencias urbanísticas de aprobación no residen en las regiones, sino que se centralizan en una especie de tribunal creado a tal efecto bajo mandato europeo, que depende del estado directamente-. El caso es que ese “plan parcial” ha sido anulado por el juez correspondiente por no cumplir algunos parámetros ambientales de ruido e infraestructuras, obligando a modificarlo. Como el Ayuntamiento había adquirido ya los derechos de superficie y la inversión le generaba enormes gastos financieros, para paliar en parte el déficit económico pero sobre todo con el ánimo de hacer algo beneficioso socialmente para la ciudadanía, ha propuesto la ubicación temporal de unos edificios-contenedor destinados a estudiantes, por una renta de unos 300 euros mensuales. Además, se ha realojado temporalmente allí a 74 familias del barrio colindante en actual rehabilitación, SPAARDAMMERBUURT (famoso barrio obrero de los años 20, ejemplo de la brillante arquitectura de la escuela de Ámsterdam).
    Sumo y sigo: además de ello, la corporación de vivienda involucrada en origen ha adquirido un viejo barco ruso, anclado allí junto al ámbito, cuyos camarotes se han habilitado como residencias de estudiantes. Utilizan la piscina de cubierta para hacer deporte; tienen cafetería –restaurante (también es un contenedor prefabricado temporal) ,“playa urbana” con redecilla de voley, etc. En fin. Todo con una pátina cutre y atmósfera surrealista de película de Fellini, pero creo que es el paraíso de cualquier estudiante que se plantee costearse sus gastos.
    En números, la operación tiene 1.100 alojamientos para estudiantes y 74 para realojos de la rehabilitación del barrio colindante. Todo temporal, para unos cinco años; el tinglado se desmontará cuando se apruebe definitivamente el plan para las 2.000 viviendas. El resultado me parece estupendo.
    La cosa tendrá bondades y maldades, pero recordemos que un área importante del del país se ha ganado al mar gracias al esfuerzo colectivo y al acuerdo y la colaboración entre todas las clases sociales y grupos de poder.
    YO PERSONALMENTE NO PUEDO SINO DESCUBRIRME ANTE LA IDIOSINCRASIA Y CULTURA DE UNA SOCIEDAD QUE LLEVA YA SIGLOS PRIMANDO EL BIEN COLECTIVO SOBRE LOS INTERESES INDIVIDUALES.
    Y esto es lo que se cuece bajo el sol de Breda. Otro gallo nos canta por estos lares…

  4. Desde la VILA OLÍMPICA al FÓRUM,
    pasando por DON PISO
    Rafael del Barco Carreras
    El nombre tenía gracia aunque fuera un refrito del DON ALGODÓN de mucho antes. Que su dueño optara al BARÇA, era lógico, la entidad pasaría de los textileros a los inmobiliarios, para acabar en “abogados”. Ante mi pesimismo, un contento conocido se incomodó cuando me contaba sus inicios en una oficina Don Piso, a la par que me proponía porcentajes en negro si le proporcionaba clientes.
    Lo de “franquicia” lo entendí menos. Ya no es que fuera un resentido del mundo inmobiliario es que no entendía el concepto. Por los 70 tuve un equipo de vendedores y no me los imaginaba en torno a una oficina pagando un porcentaje por la “filosofía del negocio”. Pero lo de Fincas Corral olía peor.
    La primera de las sorpresas, el marido de la titular era el delegado de la CAIXA cercana. Empecé a entender. Yo me hice “inmobiliario” a través de la pequeña Caja General de Crédito, Sociedad Cooperativa. Ahora los negocios inmobiliarios giraban en torno a las Cajas y Caixas, confederadas. Y la BURBUJA crecía, operaciones de gran calado, y buenas, de dinero, se daban en el meollo de la gran Barcelona, y cerrar ventas por 120 millones de pesetas por pisos del Ensanche que la propia CAIXA había vendido por siete u ocho millones apenas veinte años antes, era común. En el Paseo de Gracia se vendieron los áticos más caros del Mundo. Y se recreó la “venta sobre plano”. En un mercado que sobraba producto los compradores pagaban por “fantasías”. El tocomocho de nuevo de moda. Valía cualquier cantidad de anticipo, el agente cobraba su comisión, a menudo toda la “paga y señal”. El argumento de que la simple entrega crecía al 20% anual, contundente. Un mercado artificial, atípico, distorsionado, que desde La Vila Olímpica del 92, con sus inalcanzables 40 millones de pesetas por piso, pasa en 10 años a otra macro inversión, el FÓRUM, con pisos de hasta UN MILLÓN DE EUROS. Los milagros y pelotazos de los Planes de Urbanización de La Ribera, transformando los húmedos suburbios de barracas y fábricas, Somorrostro, Camp de la Bota, El Besos, en lujosas viviendas compitiendo con Sarriá Pedralbes. Planes de Narcís Serra, Maragall y Pujol. Pisos para trabajadores con yate. La inmensa mayoría de ciudadanos ni comprendió los precios ni soñó vivir allí, y sobraron pisos, y sobran. Nadie compra a esos precios.
    Y si no se vendía, el negocio consistía en presentar la “certificación de obra” y abonada en cuenta. El terreno a precio de oro (oro falso de laboratorio) ya se había pagado con «pólizas hipotecarias». TODO DINERO PÚBLICO, AHORRO PÚBLICO, DE CAIXAS, manejado por PRIVADOS. Eso, y vender a treinta años, a gente que ni podían pagar el plazo mensual, una aberración para un ex alumno del Instituto Bancario de los 60, cuando la banca prestaba máximo a tres meses, descuento comercial bancario, pues su pasivo, dinero de los clientes, exigible a la vista. Aunque recolocaran las artificiosas hipotecas en mercados financieros que no controlaban la filosofía de tan peculiares operaciones, aquello estallaría, sin duda.
    La venta de DON PISO a HABITAT un anticipo de lo que se avecinaba, y la especulación en bolsa con INMOBILIARIA COLONIAL SA, más de lo mismo pero con BILLONES de pesetas. Dos operaciones que de por si demostraban que los capitanes y oficiales de aquellos grandes transatlánticos arriaban botes sin avisar a la tripulación, ni menos pasaje, que la nave tenía una gran vía de agua y se hundía sin remedio. Como cualquier timador especialista en PIRÁMIDE sabe, cuando ya no capta dinero, debe cerrar el chiringuito, y desaparecer.
    La oficina donde mi conocido se inició ha cerrado. Al final de la burbuja tenía tres pisos y un local. Los hay que tienen más de tres pisos, hipotecados claro, y solo los gastos mensuales, sin amortización, suponen una carga imposible. Un sueño roto, peor los que dan por perdido lo pagado por sus propias viviendas, soñando que un milagro, o las promesas de Zapatero, les solucione los pagos mensuales acumulados. Y antes de iniciar su carrera de reciclado a inmobiliario hasta se hizo API.
    Y de vuelta de todo, recordé SOFICO, y los cientos de pequeños promotores inmobiliarios arruinados por furibundos barbudos y sus gestoras de Ayuntamientos. Aquel joven arquitecto de la Diputación (Comisión Provincial de Urbanismo) que me trató poco menos que de delincuente al pedirle la recalificación de una de mis urbanizaciones aprobada por un ayuntamiento. Un ecologista (otra nueva religión) espetándome que el bosque reconquistaría su espacio. Contestarle la barbaridad de que cuando el Mundo tuviera 30 o 40 mil millones de habitantes todo el globo terráqueo sería una gran bola de asfalto, cemento, hormigón, cristal y aluminio, rompió la inútil entrevista. El antifranquismo tras muerto Franco, un barbudo de sus funcionarios señalándome como la demoníaca expresión del Régimen. O la multipropiedad, la gran estafa sindical de la PSV, y de nuevo lo mismo multiplicado por diez, veinte o treinta… pasados treinta y cinco años, y todo igual… ayuntamientos recalificando, costa y montañas llenas de casas, con Leyes del Suelo, las Comisiones Provinciales de Urbanismo, el obligado aval bancario, el siempre presente API garantizador… la fortaleza de las nuevas inmobiliarias… todo igual… pero más grande, más nefasto… franquistas, socialistas, pujolistas… la pela… la estafa…

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