Los fieles budistas siguen las liturgias de ofrenda de incienso en la entrada al Templo del Alma Escondida, en Hangzhou. El incienso, entre los budistas, se entiende como vehículo para llevar nuestras buenas intenciones a los cielos, relaciona lo humano con lo sagrado, lo finito con lo infinito, lo efímero con lo duradero. Pretende simbolizar que, de la misma manera que la fragancia del incienso se expande a lo lejos, los buenos pensamientos, acciones y palabras de los ofertantes se difunden por el aire en beneficio de todos los seres. China, agosto de 2.016.
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