Los datos que aparecen en un artículo de hoy en la edición del País Vasco de «El País» son indiscutibles: no sólo resulta que el saldo neto es positivo, o sea que las arcas públicas ingresan más en concepto de cotizaciones sociales e impuestos (5.314) de lo que les cuesta cada persona inmigrante en gasto social (2.905 €), sino que esta diferencia, este saldo positivo entre lo aportado y lo recibido es mayor en el caso de los inmigrantes (5.314-2.905=2.409€) que en la media de la población «autóctona» (4.203-2.828=1.375€). Un 175% de mayor aportación en el saldo neto a nuestras cuentas públicas por cada persona inmigrante, respecto a lo que aportamos los «autóctonos», los nacidos aquí.
Además del evidente beneficio contable para nuestro equilibrio económico entre ingresos vía impuestos y contribuciones sociales y gastos sociales, la aportación neta de las personas inmigrantes tiene una dimensión intangible incluso más positiva que la contabilizada en fríos euros: la dimensión formativa o educacional. El mismo artículo se remite al estudio de Arriola, Gómez y de Andrés, para explicar que l@s inmigrantes están sobrecualificad@s para los trabajos que desarrollan, en la base de la pirámide social, con requisitos de muy baja cualificación. Para nosotros es un chollo (ganamos dinero para las arcas públicas -diferencia entre ingresos y gastos- y contratamos a personas mejor cualificadas para puestos de bajo perfil), pero objetivamente es un despilfarro que sólo se produce debido a la injusticia del sistema y de sus desigualdades que obligan a emigrar a las personas mejor preparadas de los países empobrecidos y a aceptar cualquier trabajo para sobrevivir.
También el Diario de Noticias y El Correo se hacen eco, con distintos matices, de este estudio. Pero lo que ningún medio puede obviar es la realidad objetiva: l@s inmigrantes aportan más a nuestra caja común que los nativos, y realizan trabajos de baja cualificación y peor remuneración a pesar de estar educados y formados, trabajos que l@s autócton@s no aceptamos por su precariedad, su baja remuneración o escaso reconocimiento social.
Así que antes de decir sandeces como las que se escuchan por ahí (que si los emigrantes nos quitan el trabajo, que si empeoran las condiciones de trabajo, que si se llevan toda la protección social), habrá que remitirse a la realidad de los números y las estadísticas. Objetivamente, para l@s vasc@s, la inmigración es un verdadero chollo. Lamentablemente: nos estamos aprovechando, como sociedad, para nuestro beneficio, y de manera descarada y buitresca, de la situación precaria de estas personas en sus pueblos de origen.
(La foto está tomada en un molino de aceite, en Esna, Egipto, en marzo de 2.008)
¡Es vergonzoso!
Habéis creado un Estado del Bienestar que eslquilma a los más pobres y débiles: los trabajadores inmigrantes. Después repartís el botín entre los grupos de presión con poder político.
Cuando dices «habéis» creado,¿a quién te refieres, Camarada Tersites?
Como digo en mi artículo, creo que es vergonzoso que nos aprovechemos TODOS del trabajo y la aportación de los inmigrantes, pero más vergonzoso aún es la posición demagógica, falsa e hipócrita, de quien además de aprovecharse, acusa a los inmigrantes de todos los males de la sociedad, e intenta limitarla y precarizarla aún más, como hacen los falsos liberales, negando las pocas virtudes de lo que llamamos pomposamente «Estado de Bienestar» y que a duras penas llega a los niveles mínimos parar llamarlo así.
Fernando, acertado artículo como es la norma. Esto que ahora cuantifican los informes era una percepción que muchos teníamos. Sin embargo, algo que tendríamos que contemplar con preocupación es conocer lo que ocurre en los países de origen. La mayoría de los análisis se hacen desde la perspectiva de aquí ya sea para resaltar la necesidad de esa mano de obra, para denunciar los abusos que sobre estas personas se cometen o para falsear la realidad con eso de que vienen para quitarnos el trabajo. Sin embargo, en los países de origen la situación es tremenda: salen los más jóvenes, los más osados y decididos y, según algunos informes, los mejor formados. Si salen éstos, nos podemos imaginar que perfil tiene el ciudadano que se queda.
Pues sí, Júcaro: la solución está en el origen del problema, en la colonización y explotación de los recursos, en el reparto desigual de la riqueza, la deuda externa y la pobreza de amplias regiones del planeta. Ahí está la cuestión que hay que resolver para solucionar realmente el problema.
Pero mientras tanto, mientras no ataquemos la causa, al menos conviene que no nos engañemos ni nos dejemos engañar por los falsos síntomas. Uno de estos síntomas que los falsos liberales utilizan para intentar cerrar las fronteras a la inmigración es lo mucho que nos cuesta, el trabajo que nos quitan y demás falacias.
Conviene desmontar estas falacias con datos de verdad, como hacen los autores del estudio que cito. Ya sé que no es la solución al problema, pero al menos deja las cosas en su sitio: no sólo no es perjudicial, sino que para los egoístas ciudadanos del primer mundo la inmigración nos sale bastante a cuenta.
Pero no podemos perder de vista, como dices, Júcaro, que el problema de verdad no está aquí, no hay que mirarlo con ojos de aquí, sino con los ojos de allá. Como siempre, el problema es radical: el reparto de la riqueza, el sistema, las reglas de juego, son injustas y sólo favorecen a los poderosos, al 18% de l@s human@s que detentamos el 93% de la riqueza planetaria.