Una de las últimas entregas de la revista «Arquitectura Viva«, concretamente el número 114, contiene un editorial de su director, Luis Fernández-Galiano, que me ha parecido interesante compartir aquí, como revulsivo para el debate sobre una cuestión relevante: la contraposición entre la arquitectura doméstica, la vivienda; y la innovación, la vanguardia y el simbolismo que arquitectos y promotores pretendemos muchas, demasiadas veces, encajar en aquéllas, contra la normalidad, la naturalidad de usos y normas, de la costumbre y el confort a los que tiende inexorable y preferentemente el ser humano en su hábitat privado.
No es tampoco una novedad este dilema, tan viejo como la arquitectura, tanto como la vivienda. Como podréis comprobar, Luis Fernández-Galiano lo expresa mucho mejor que yo, y por tanto no voy a abundar en lo ya escrito, tan bien escrito. Sólo lo transcribiré.
Luis Fernández-Galiano
Vivienda normal«La normalidad demanda la naturaleza o la regla. En una vida normal caben tanto la naturalidad como la norma, y una vivienda puede ser normal sin devenir sólo normativa. Escenario de la regularidad de los ciclos biológicos y la reiteración de los comportamientos habituales, la casa es necesariamente previsible, y su conformación arquitectónica debe ajustarse a esa condición rítmica y repetida. La costumbre de vivir y la costumbre de habitar crean secuencias de espacios y tiempos poco compatibles con la búsqueda fatigosa del azar y la sorpresa: el empeño testarudo en la innovación permanente acaba entrando en conflicto con la pereza de las formas y la tenacidad de los hábitos, porque la vida normal está pautada por la naturaleza y la convención. Los flujos metabólicos y los ritos sociales conspiran para normalizar los ámbitos de la vida, y las mejores viviendas resultan ser al cabo aquéllas que prefieren el silencio al estruendo.
En el territorio de la urbanidad contemporánea, las paralelas exigencias de espectáculo y escándalo asociadas a la visibilidad física y simbólica de los edificios singulares han acabado derramándose sobre el paisaje unánime de la residencia colectiva, y es cada vez más frecuente el uso totémico o icónico de los proyectos de vivienda. Esta desnaturalización de la sustancia anónima del alojamiento distorsiona el tejido residencial, que pasa de ser telón de fondo de las instituciones emblemáticas donde la comunidad se reconoce, a figura prominente que reclama protagonismo en el centro de la escena social, monumentalizando lo que es sólo particular y dando carácter público a lo que esencialmente pertenece al dominio privado. La vivienda que estos procesos generan es desde luego anormal, a veces subnormal, y a menudo paranormal, pero en muy pocas ocasiones adaptada al laconismo que conviene a un teatro para el esforzado oficio de vivir.
Por más que contradiga nuestras expectativas o deseos, tal mudanza de papeles entre lo público y lo privado —que los libertarios del 68 reclamaron con ímpetu, situando la revolución auténtica en la publicidad de lo íntimo y en la domesticación de lo político— ha sido plenamente consumada en la actual sociedad del espectáculo, donde lo personal se exhibe sin pudor en los medios de comunicación y donde la esfera del debate colectivo ha acabado gravitando en torno al planeta ensimismado de la experiencia cotidiana. Acaso por ello, reclamar para la vivienda la normalidad de la naturaleza o la regla resulta tan extemporáneo como lamentar la devastación de la intimidad o deplorar la privatización de lo público. Ensordecidos por el fragor del mundo, apenas prestamos atención al rumor de la vida, y el estrépito retórico de lo excepcional se impone a la música callada de lo normal, fundiendo en sombra las voces con los ecos.»
Aunque lo importante es lo que opinéis vosotr@s: ¿cómo conseguimos innovar, mejorar, aportar nuevas soluciones de vivienda, sin violentar la normalidad, la gravitación universal, el cajón de madera de pino?, ¿cómo hacemos casas para la gente, no manifiestos culturales invivibles, iconos bellísimos e insoportables, sin renunciar a la mejora continua, a la aportación de nuevas sugerencias y riqueza espacial?
(Las imágenes las tomé en Egipto, en marzo de 2.008)
Debo confesar que soy bastante excéptico ante la mayoría de las innovaciones arquitectónicas; los experimentos con gaseosa o en casa propia, como escribía hace poco en otro blog «gorria».
Lo ideal, aunque técnicamente imposible, sería que el arquitecto viviera durante unas semanas en la vivienda innovadora que ha construido, para poder así gozar antes que nadie de las maravillas de su inventiva.
Ya que esto podría llevar a tener de que demoler muchas viviendas a los pocos días de constuirlas, con el consiguiente gasto inútil, es posible que pudieran desarrollarse herramientas informáticas de realidad virtual que intentaran imitar y reproducir lo más fielmente posible cómo resultaría vivir, con todos sus procesos, en esa vivienda innovadora, antes de pasar a construirla.
Se me ocurre que, de existir algo así, no se habrían edificado bloques de viviendas en Vitoria con escaleras exteriores. O viviendas adaptadas a personas usuarias de sillas de ruedas, en las que se cree que, con dibujar en el plano el circulito de marras que exige la normativa, ya hemos conseguido todo el espacio que se necesita (¿dónde se ponen los armarios, las estanterías, el resto de muebles, etc.).
Ya ves que los arquitectos sois uno de mis gremios preferidos ;-). Pero me ha gustado el texto de Fernández-Galiano. Parece que todavía queda alguien con cabeza.
Un saludo,
En todas las profesiones hay gente que hace bien su trabajo y gente que lo hace peor, Ricardo, pero este articulito de Fernández-Galiano me ha parecido un hallazgo viniendo de quien viene, un outsider de la profesión, un iconoclasta no precisamente conformista con la realidad que le rodea, pero siempre atento a lo que ocurre a su alrededor.
Y puestos a hablar de «gremios preferidos», Ricardo, y para seguir la conversación en pie de igualdad -ya que tú sabes que mi profesión es la arquitectura-, ¿te importaría decir cuál es la tuya? Sin acritud, eh, que sólo se trata de un juego dialéctico…
(luego hablamos de Vitoria, escaleras exteriores y giros imposibles, si quieres)
Yo también pertenezco a un gremio muy «apreciado» por la sociedad: soy profesor de universidad, concretamente de la UPV/EHU; filólogo, para más señas (nadie es perfecto).
Nada, nada: montaremos el club de las profesiones más «valoradas» por la sociedad; si no tuviera suficiente con la ladrillología, lo de los docentes lo sufro en carne consorte, y es casi tan duro como lo de la cosa ladrillil, soy consciente.
Ahora bien, yendo al tema, que nos estamos desviando del asunto: tienes toda la razón, Ricardo. Si l@s arquitect@s tuviéramos que vivir una temporadita en las viviendas que proyectamos, seguramente no cometeríamos las inconscientes aberraciones que cometemos a veces.
Las innovaciones no tienen por qué ser negativas; el problema es que habitualmente cuando hay que «inventar», l@s arquitect@s miramos los edificios -las viviendas, em este caso- desde fuera hacia dentro, y no al revés, desde dentro, desde los zapatos de quien tiene que sufrir -o gozar- los espacios «innovadores».
No me voy a poner medallas, porque las viviendas unifamiliares -aunque sean de «perfil bajo», accesibles y de bajo presupuesto- son proyectos más sencillos de adaptar a todas las discapacidades que los bloques de vivienda colectiva, pero tengo una experiencia muy positiva con una vivienda accesible 100%, y me gustaría que me dieras tu opinión cualificada, si te apetece. Aquí tienes un articulito en el que mostraba el proyecto que hace unos años redacté para dos amigos y su filomascota. Innovamos, ellos y yo, pero creo que el resultado fue positivo, vivible, «normal» en términos de Fernández-Galiano.
Le echaré un vistazo, aunque mi opinión vale como la de cualquiera (entre la gente con discapacidad, cada uno también somos un mundo y hay gustos y necesidades para todo).
De todos modos, a primera vista, echo de menos en tu artículo un plano con la distribución de la vivienda, para poder hacerme una mejor idea de las posibilidades.
Leeré tu artículo y te digo lo que me parece.
Un saludo,
Te agradezco Fernando que hayas incluido este artículo en tu blog. Me parece una maravilla en su estilo literario y más aun en la «sustancia».
Mi postura y mi opinión ya la conoces: Innovar para las personas y no ha costa de las personas. También me reconozco crítico con el «exceso» de interés de algunos arquitectos-artistas por obtener premios, hacerse un nombre, y entrar en el cielo histórico de los arquitectos que trascienden a su época. Es normal querer pasar a la inmortalidad, como lo hizo Effiel – se me escapo, era ingeniero-, o como tantos grandes arquitectos. Sin embargo lo realmente importante son las vidas de las personas que habitamos esos edificios y caminamos por las ciudades. Y con esa idea clara, de servicio, utilidad, felicidad para los que utilizamos sus espacios, la pregunta clave es la que haces. ¿Como innovar?
Porque está claro que no vamos a renunciar a la innovación, a la mejora, y que asumiremos los errores y riesgos que conlleva intentarlo.
Para innovar no hay que pensar en el triunfo y lucimiento personal, sino en el triunfo de los usuarios de las viviendas, así que hay que hablar con ellos, entenderles, no trabajar solos en un estudio.
Además tenemos que aprovechar las novedades de otros sectores, ver como han buscado la innovación los ingenieros, los químicos, y seguir ese camino.
Si nos fijamos las mayores innovaciones en la vivienda han venido de lo que se hace en fábricas. Lo electrodomésticos y aparatos electrónicos. En general la innovación en vivienda no han salido de una mesa de arquitectura.
En fin, no tengo la respuesta mágica, pero prometo pensar este año profundamente en el tema. Probablemente la futura innovación en vivienda no venga de la mano de arquitectos. Parece una ironía, pero mi instinto me dice que el catalizador del cambio vendrá por otros derroteros.
Gracias por tú blog y por lo que no enriqueces.
Nota: Como ves he cumplido con mi parte de comentar el post si lo publicabas.
Supongo que con la descripción y las fotos no te hará falta ningún plano, Ricardo, pero si te es necesario para entender el proyecto alguna planta o sección, tengo por ahí, perdidos en algún disco de copia de seguridad, unos cuantos planos que tendría que convertir desde el formato AutoCAD a otro más universal. Pero no dudes en pedirlos, si te hacen falta para entender el proyecto, y los colgaré de su correspondiente artículo.
Ahí está el quid, Eve: que la innovación, la vanguardia, no esté impulsada por la narcisista necesidad de destacar o de ser original o supermoderno y de moda total, cool y tal, y por tanto conseguir salir en las revistas especializadas y….
La innovación que creo que merece la pena está orientada hacia la mejora de la calidad de vida de las personas, no sólo física, sino también intangible; esa innovación, esa vanguardia, no debe ser tan trivial que se olvide de los «intangibles» pero que constituyen el alma de la arquitectura: la poesía, la armonía, la sugerencia, el espacio, la luz, las texturas, la proporción,…
Fernando: para mí sí sería de gran ayuda poder ver esos planos para hacerme una idea, sobre todo, de las características del proyecto relacionadas con la accesibilidad. Pero si es complicado convertirlos y colgarlos, tampoco pierdas mucho tiempo en eso.
Ricardo, he colgado un par de planitos muy simples (planta y alzados principales) de esa vivienda actualizando el artículo original. Con esto creo que podrás hacerte una idea más exacta de la vivienda.
Sólo quería hacer una aclaración: no se trata de una vivienda «adaptada», ni se pretende que sea accesible 100% para cualquier persona con cualquier tipo de discapacidad motórica o sensorial. Lo que se pretendía -y al parecer, conseguimos- era cumplir los requisitos muy especiales de accesibilidad y movilidad de sus tres habitantes.
Lo digo porque esos requisitos no son los habituales que la norma nos suelen imponer (el «café para todos»), sino unos muy concretos y definidos: por ejemplo, no toda la vivienda era necesario que tuviera accesibilidad mediante silla de ruedas -de hecho, verás que hay un altillo para almacén-biblioteca que recorre longitudinalmente la casa, al que se accede mediante una escalera de mano-, pero sí había determinadas estancias a las que era condición esencial que fueran recorribles por silla de ruedas.
Quedo a tu disposición, si quieres, para aclarar las dudas o preguntas que te puedan surgir.
Muchas gracias, Fernando. Le echo un ojo a lo que has puesto y te contesto en el artículo original (me parece más adecuado, ¿no?).
Perfecto, Ricardo. Espero tus comentarios con interés.