«Se ha callado, y yo también. El viento ha cesado de golpe, y la hierba y las flores han dejado de moverse. Entonces, como si hubiese estado esperando aquel momento, una mariposa ha surgido de un rincón del cementerio y ha volado directamente hacia nosotros. Parecía que quería posarse en mi frente, o en la de Joseba. Pero no. Ha pasado por encima de nuestras cabezas y ha desaparecido entre las hojas de un árbol.
Me he alegrado, y he sentido deseos de explicarle a Joseba que la mariposa, sin duda una monarca de las que dejaron libres el día del cumpleaños de Liz, había salido sorprendentemente del punto donde estaba enterrada la palabra mitxirrika -«mariposa«, en la lengua de los campesinos de Obaba-, como si hubiera resucitado o, más exactamente, como si se hubiera encarnado para así poder remontar el vuelo desde su pequeña tumba. Pero me he callado. No resulta fácil explicar a un viejo amigo la costumbre de enterrar palabras en cajas de cerillas, por muy sencilla que sea la explicación.»
Hoy he acabado de leer «El hijo del acordeonista» (Soinujolearen semea, de título original), de Bernardo Atxaga. Me quedé enamorado de la prosa de mi paisano y vecino -gipuzkoano de origen, alavés residente- en Obabakoak, y esta última entrega intimista y, al parecer, bastante autobiográfica, de las andanzas de los habitantes de Obaba no me ha decepcionado. Eso sí, es otro tipo de novela, más directa, más sincera, o mejor, más humana y sencilla, menos elaborada. Más real, pero nunca trivial, sin renunciar a la poesía, como se puede leer en el extracto de arriba, o en estas primeras páginas que nos regala Alfaguara. Como en el caso del cine, prediero no recomendar a nadie su lectura, porque temo que la recomendación devalúe la percepción más aséptica que, de desconocer referencia alguna, seguramente sería muy positiva. Así que sólo puedo decir que, como me suele ocurrir con las buenas novelas, he disfrutado de nuevo mientras la he leído y me ha dado pena al final que las páginas se acabaran.
Me encantó este libro a mí también. La verdad es que el laureadísimo Obabakoak me gustó bastante menos. Soinujolearen semea me llegó muy dentro. Creo que cuenta de una manera muy especial lo que debieron vivir bastantes muchachos de aquella época por nuestra tierra, con las peculiaridades, eso sí, que Obaba ofrece.
@Oskar: a mí, sin embargo, Obabakoak me pareció una obra genial. Pero es una preferencia muy personal, no fundamentada en ningún criterio objetivo: simplemente, las historias que contaba Atxaga en Obabakoak me parecieron más sugerentes y emocionantes.
Bueno, creo que Atxaga está a puntito de publicar Markak/Marcas o algo así me parece que se iba a llamar. Estáte atento eh!!! 😉